En Rey Lear, Shakespeare escribe que la ingratitud de los hijos con sus padres es más espantosa que los monstruos del mar. Recordamos -que significa volver a pasar por el corazón- este principio moral tras la tragedia que la tibieza de las Santas Instituciones ha provocado en Alcalá del Valle, uno de los pueblos blancos de la sierra de Cádiz, cuyo alcalde reclamaba auxilio porque en una residencia de ancianos han muerto tres internos, cuarenta han contraído el coronavirus y más de la mitad de sus cuidadores están contaminados por la pandemia. El regidor, Rafael Aguilera, denuncia que a pesar de sus desesperadas demandas – 58 personas han sido infectadas por el COVID-19 en la localidad- ni el Estado ni la Junta de Andalucía les socorren. Ha tenido que ponerse él mismo, ayudado por algunos de los concejales, a cuidar a los ancianos: sin equipos de protección, sin medios, sin descanso. Sólo por esta actitud, en un contexto donde los políticos se absuelven todos los días a sí mismos, el alcalde merecería la medalla de Andalucía. No se la darán nunca, por supuesto.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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