En Sevilla tenemos un concejal de Seguridad Ciudadana, Movilidad y Fiestas Mayores, el señor Juan Carlos Cabrera (PSOE), que no nos lo merecemos. No. En la historia reciente hay un antes y un después desde que él llegó al cargo y se entregó, como otros muchos ediles anteriores, a los tiernos requiebros de los costumbristas (interesados en su propio ombligo) y todos, de forma súbita, se olvidaron de que en tiempos no muy lejanos era conocido, sobre todo, por ser alguien cercano a Blas Ballesteros, ese animal mitológico del PSOE indígena que aún sigue cobrando de las arcas públicas sin más méritos que hacer los correspondientes favores a quien se los reclama. Cabrera fue director del Instituto del Taxi, que es una institución reposada y donde prima la educación florentina. Decimos que tenemos un concejal impar y épico porque el pasado viernes, con la luz débil de un otoño que por desgracia para todos no termina de llegar, el hombre cogió la pluma -esperamos que Mont Blanc- y rubricó, sin temblarle el pulso un punto, un decreto. Sí señor, un decreto. Un señor decreto.
La Noria del miércoles en elmundo.es.
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