La hipocresía, como dejó dicho Quevedo, consumado maestro de la doblez y, precisamente por eso, un poeta sincerísimo, que delante del papel sólo escribía lo que pensaba, es un pecado moral que en política se nos presenta con los ropajes falsamente inmaculados de la bondad. «La hipocresía es el homenaje que el vicio tributa a la virtud, escribió La Rochefoucauld, el gran señor de las Máximas. Su imagen es exacta. Infalible. Lo estamos viendo estos días en la Marisma con el episodio del súbito ataque de franqueza del Adelantado Marín, envidia de las academias, que en una reunión del grupo parlamentario de Cs fue grabado por un compañero de partido -sin duda, un honestísimo liberal– admitiendo que el baile de los presupuestos indígenas, donde todos quieren ser la reina, es un teatrillo pactado de antemano y que al Quirinale, en el fondo, no le conviene (nada) que le aprueben las cuentas en un año electoral.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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