“Sabemos lo que somos, pero no lo que podemos ser”, dice Shakespeare en su Hamlet. No hay verdad más cierta. La vida, incluyendo dentro a la política, que es su variante más imperfecta, tiene la capacidad de trastocar la personalidad, mudar el carácter y provocar vocaciones que a primera vista parecen religiosas pero cuyo origen real resulta ser bastante terrestre. Más que magia por contacto, que es como Jakobson explicaba la función metafórica, aquí podríamos hablar de devoción por interés. A este respecto nos parece todo un hallazgo el ejemplo de la directora del Instituto Andaluz de la Mujer, Elena Ruiz, cuya cuenta en twitter demuestra cómo hacer carrera en la República Indígena. Esta dirigente del PSOE, en cuyo currículum predominan los cargos de confianza tanto como escasean los méritos profesionales, colgó una foto de Su Peronísima abrazando a un niño, rodeada de mujeres sonrientes y con la Querida Presidenta –en el centro de la imagen– en modo maternalista, que es la variante femenina del paternalismo. Y escribió: “Ella es así, cercana y cariñosa. Pocas personas he conocido como Ella. Por eso es la presidenta de todos los andaluces y andaluzas. ¡Gracias presidenta!”. Seguro que es un mensaje sincero. Y, sin duda, precioso.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
Deja una respuesta