El martes, 9 de octubre de 1492 –año del Señor, como todos–, el almirante Cristóbal Colón, genovés de incierta procedencia y filiación insegura, como casi todos en la España de finales del siglo XV, engaña a su tripulación –que conspira para amotinarse en su contra– al anunciarle las leguas de mar recorrido y anota en su bitácora el presagio de la cercanía de Tierra: “Toda la noche oyeron pasar pájaros”. Parece un verso. Y lo es. Pero, como tal, expresa sólo un indicio. Una suposición. Un sobreentendido. Una intuición. Lo mismo sucede con el inminente adelanto electoral en Andalucía: la lidia y la terna están anunciadas en los carteles, pero la corrida carece de fecha cierta. No hay día. Tampoco se sabe la hora. A medida que el calendario avanza sin desmayo y los sondeos electorales en Castilla y León insisten en que la única forma que tiene el PP para conservar la cancillería de Valladolid consiste en echarse en los brazos (marciales) de Vox, sentando así un inquietante precedente –“donde fueres, haz lo que vieres”, dice el refrán–, más frentes potenciales de desgaste se le abren a Moreno Bonilla, favorito virtual en las encuestas. Lo llamativo es que las dos vías de agua que más amenazan su reválida como capitán de la nao de las derechas han sido causadas por su propio puente de mando. Son obra de sus insignes mareantes.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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