Su Peronísima se parece cada vez más a la Reina de Corazones, la caprichosa monarca que, tomando como referente un naipe de la baraja inglesa, creó Lewis Carroll para Alicia en el País de la Maravillas. La única diferencia es que la cortacabezas de Carroll es una metáfora perfecta de la arbitrariedad del poder político, mientras que la Querida Presidenta, a tenor de sus últimas decisiones, resulta ser tan previsible como terrestre. Y carece de la magia por contacto, que es el mecanismo retórico que hace funcionar una figuración metafórica. Como no deberíamos ponernos estupendos, lo resumimos de otra forma: la Reina (de la Marisma) es una gobernante absolutista de libro. Aún más: enciclopédica. No tiene igual.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
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