Sosteníamos ayer, a la manera de Fray Luis, que el concertado alcalde de Sevilla, Juan Espadas, alias el quietista, se había entregado con el entusiasmo de un converso en manos de la derecha sociológica de la Sevilla Eterna. Siete días después, y algunos quebrantos más, nos encontramos en los amarillentos papeles con un soliloquio del regidor de extremo centro que sospechamos que no es casual ni espontáneo, sino inducido. En dicho monólogo (sin manos) Espadas no sólo confirma nuestras apreciaciones -sabemos que nos lee con la misma devoción que un adorable interino- sino que además nos da la chapa, cual alto ejecutivo de empresa, sobre las extraordinarias bondades de su modelo turístico. Ya saben: esa industria de la estampa (costumbrista) donde unos se forran y otros, especialmente otras, se dejan la espalda haciendo camas para alimentar a sus familias.
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