No existe nada más suicida en estos días de campaña electoral que encontrarse de cara -si es por la espalda resulta muchísimo peor- con una agrupación (tan joven como la tuna) de activistas y militantes de un partido político. Todos intentan convencerte de que, por sentido de Estado, o por devoción autonómica, o por conveniencia, debes darles tu voto. Que vengan en comandita -primitiva forma societaria- es inaceptable. En la vida hay cosas que uno debe hacer solo. Más aún si tenemos en cuenta las razones que esgrimen para, como los vendedores de seguros, «llevar a tu ánimo» -así lo dicen- la importancia de tu decisión por el bien de todos. Si vas solo, te rodean; si paseas en familia, intentan acariciar a tus hijos. Si te alejas lo consideran descortesía y, si te paras…entonces, querido indígena, entonces estás acabado.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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