Todos sabemos -algunos, de primera mano- que el Ungido Espadas, embajador (temporal) de Ferraz en la Marisma, es un político sin aristas. Digamos que es redondo. Positivo. Alérgico al pesimismo. Escasamente beligerante -salvo cuando le mientan a la familia- y que presume (para él esto es un hecho natural) de ser un gobernante constructivo. Esta fotografía, que básicamente es el selfie que en su día se hizo a sí mismo el (todavía) alcalde de Sevilla, tiene un lado sombrío, igual que la luna: rinde tal grado de obediencia a la autoridad -militar, por supuesto-, sea la que sea, que eso es lo de menos, que con frecuencia le cuesta tomar decisiones, resolver problemas o ser sinceramente receptivo ante las demandas sociales. El general secretario del PSOE indígena no se arriesga. Desconfía de su sombra y, como el gran relativista que es, prefiere no hacer absolutamente nada -es su manera de no meterse en problemas- a optar alguna vez en su vida por algo concreto, por si yerra.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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