El poeta romano Catulo dejó dicho en una de sus hermosas elegías que no existe tarea más difícil que renunciar de forma súbita a un amor antiguo. El hábito y la costumbre, además de fuentes primarias del Derecho, son dos rituales que definen nuestra identidad. Para Macarena Olona, Andalucía no era un amor ancestral, sino una etapa más de su carrera. No le ha costado pues demasiado tiempo renunciar a su condición de parlamentaria regional. Su drama es otro: las trascendentes elecciones en Andalucía han sido para la exportavoz en el Congreso algo así como la visión cenital del precipicio en cuyo borde se celebra la danza de la guerra (política). El 19J tenía que haberla llevado a la cúspide, pero casi dos meses después de la celebración de estos comicios ha precipitado su abandono de la actividad pública, oficialmente por motivos de salud, poniendo fin a una carrera fulgurante que, alimentada por la demagogia y la falta de escrúpulos, había empezado a causar inquietud en el búnker de la calle Bambú, sede del partido de Santiago Abascal en Madrid, donde la competencia no es bienvenida.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
Deja una respuesta