El teatrillo electoral, en el que estamos inmersos de nuevo en la Marisma, a pesar de que hace sólo un trimestre de la caída de Troya, está deparando momentos inolvidables en el capítulo de las listas electorales, que es la verdadera razón por la que todos los que están en política se metieron en política. A saber: por obtener gracias a la representación pública beneficios -económicos o sociales; ambos se traducen en dinero- que jamás obtendrían en el ámbito privado, suponiendo que en el mundo real -la política es una de las posibles formas de simulacro- pudieran progresar. Y, claro, ocurre lo de siempre: los jefes de escuadra -léase partidos- ponen a quienes les da la gana y una parte de la militancia de base, esos almonteños que esperan con ansia la salida de la Virgen, se decepcionan o se irritan cuando se ven apartados por los cuneros y los candidatos mediáticos, cuyo único mérito es el rostro.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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