Al Reverendísimo, que últimamente va a Bruselas como si fuera Adenauer, conviene que alguien le alerte de los infaustos peligros de la excesiva querencia al terruño. No es tarea fácil, desde luego: el Gran Laurel ha nombrado a un círculo de confianza, que no es precisamente virtuoso, cuya principal condición es ser, proceder o tener relación con Málaga, su provincia natal. No es que queramos que las Ronettes de Alhaurín El Grande –esas señoras que en la pasada campaña electoral estrujaron a besos a Il Presidentino y le regalaron una cesta de bollos de aceite porque lo veían muy delgado– dejen de quererlo, pero acaso nuestro insigne prócer no haya reparado que por cada decisión que adopta sin recato a favor de sus paisanos locales despierta el espíritu de la afrenta entre el resto de provincias de la Marisma. En todas.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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