Octavio Paz, el escritor mexicano, diferenciaba entre dos clases de duelo: el que se llora con lágrimas y el que se padece con el pensamiento. El primero es exterior; el segundo, íntimo. El luto, costumbre practicada por todas las civilizaciones, persigue un fin catártico –la liberación momentánea ante la muerte ajena– pero su terapia consiste en el olvido selectivo. Parece ser la fórmula elegida por los políticos de la Marisma que este jueves se congregaron a las puertas del Quirinale –con mascarillas y a dos metros de distancia– para homenajear a los muertos por el coronavirus, que en la República Indígena han sido más de 1.300 víctimas. “¿Es tan grande la desventura de morir? se pregunta Séneca en sus Cartas a Lucilio. Nadie puede responder a esta incógnita. Quien lo sabe realmente, ya no está.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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