Por fortuna, la campaña electoral de la segunda vuelta se acaba hoy, jornada de reflexión imposible porque, visto el nivel de los próceres de la República Indígena, uno no sabe si exiliarse a Sinaloa o ponerle una vela a un santo. O ambas cosas. Tenemos al frente de las instituciones a una auténtica tropa, como diría Romanones. No sabemos las sorpresas, a buen seguro sabrosas, que deparará la inminente fiesta de la democracia, pero de lo que sí estamos seguros es de que no hay cuerpo ni mente que aguante esta tortura malaya de tres elecciones (descendentes) en seis meses. Si ya fue una gesta loable aguantar la carrera del 2D -incluido su final feliz-, soportar los argumentarios del 28A exigía la paciencia de Job (el santo). Y no digamos ya las municipales: existen sitios donde se presentan hasta cinco candidatos y ninguno sabe construir una frase. La política local se ha convertido en un inframundo.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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