Sócrates medía la riqueza de la Atenas clásica en función del grado de despecho y exigencia, por lo general infinita, de los hijos con respecto a los padres. Un índice Gini antes de Gini. En efecto: los niños consentidos son los vástagos de los excesos de riqueza y del deterioro de la educación. ¿Mal antiguo? Diríamos que contemporáneo. En el Fedón, el diálogo sobre la inmortalidad del alma de Platón, el discípulo pone en boca de su maestro (el sabio ágrafo envenenado con cicuta) una afirmación asombrosa: si en la naturaleza cualquier cosa tiene su opuesta, y entre ambas existe una vinculación merced a la cual una es la que sucesivamente engendra a la contraria, el ánima humana sobrevive al hecho de morir porque, si la vida es la antítesis de la muerte, cualquier deceso –a su vez– es el único origen de la existencia. Dicho de otra forma: todos procedemos de los muertos.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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