El verdadero crisol de las naciones, en contra de lo que se piensa, no es la cultura. Es la guerra. El combate. Las batallas políticas y las luchas patrimoniales, que en el fondo vienen a ser casi lo mismo. La identidad cultural sólo es un instrumento más supeditado a la vocación de dominio, lo que explica que todos los nacionalismos, cuya larga sombra amenaza de nuevo el proyecto europeo, manipulen los hechos históricos y reescriban a capricho el concepto mismo de cultura para intentar dotar así de un sustento presuntamente indiscutible sus litigios de interés, su recurrente egoísmo. Las relaciones entre Holanda y España enfrentadas ahora en el seno de la Unión Europea a raíz de la discusión sobre cómo dar una salida financiera a la crisis del coronavirus, que ha hecho saltar por los aires la tradicional ortodoxia comunitaria sobre la deuda pública, llevando al proyecto europeo al callejón sin salida que es una crisis de solidaridad, son un buen termómetro de esta máxima.
Las Disidencias en #LetraGlobal.
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