La historia, mater et magistra, profesa un depuradísimo sentido de la crueldad. Especialmente para aquellos que la padecen, que somos casi todos. Es sabido desde antiguo que los anales oficiales son compuestos por el poder a su capricho y conveniencia, pero lo asombroso de estos tiempos extraños es que sean los carnefici quienes se camuflen como vittime. Tenemos un ejemplo colosal en los últimos movimientos entre las siniestras indígenas, que hace ahora un año -fue por noviembre, el mes de los difuntos- se declararon su particular guerra a muerte al expulsar del grupo parlamentario a la Violeta Rodríguez (Teresa), consumando así un pulso que venía de muy atrás y muy lejos y simuló haber sido reconducido con una salida amistosa. No era tal, por supuesto. El diablo habita, sobre todo, en los conflictos familiares.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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