Un cercado es una suerte de muralla que delimita el espacio, estableciendo con su presencia una zona segura (por inaccesible) de otra que no lo es. Las civilizaciones antiguas construían barreras artificiales para proteger sus ciudades; las contemporáneas confían la seguridad de sus fronteras a métodos similares para combatir (en vano) la inmigración ilegal. En lo que no se repara siempre es que cualquier muralla es también una prisión: quien se refugia en su interior pierde el contacto con el exterior. La historia está llena de fortalezas que terminaron siendo tumbas. Este símil permite entender –mejor que cualquier argumento– la encrucijada en la que se encuentra desde hace un año la jefa de los socialistas andaluces, Susana Díaz, enrocada al frente del PSOE meridional en un movimiento defensivo que, con el curso de los meses, ha terminado por situarla dentro de un ‘Herodium’, nombre con el que los arqueólogos bautizaron el túmulo de Herodes, primitivo rey de los judíos durante la era evangélica.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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