Diez años después, la paz sucia de los ERES, el mayor caso de corrupción juzgado durante los 36 años de gobiernos socialistas en la Marisma, continúa siendo un misterio encerrado dentro de cien enigmas. Un imperio inacabado e inacabable. La pieza política, tras una instrucción tormentosa donde el interés partidario nunca dejó de sobrevolar la causa, se cerró con la condena de los altos cargos implicados en una trama clientelar que, según la Audiencia de Sevilla, administró a su antojo 679 millones de euros con la coartada de un paternalismo infame que, en realidad, nunca fue otra cosa más que una forma (mayúscula) de depravación: el PSOE repartía (el dinero de todos) entre sus queridos amigos y asociados, con la intermediación de sindicalistas, conseguidores y despachos jurídicos (de misa diaria). Ellos eran la ley en la República Indígena: decidían arbitrariamente quién merecería ser agraciado por su justicia social y quién no tenía derecho a nada.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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