Una de las variantes más abyectas de populismo clientelar es el paternalismo. Dícese de aquellas relaciones basadas en la dependencia merced a las cuales alguien compra la voluntad de otro con la concesión de un canonjía, o una prebenda familiar, aduciendo hacerle un bien. Todos los favores implican una contraprestación. Moral o material. Ninguno se basa en la bondad, sino en el interés (en este caso, mutuo). En la Marisma ha regido históricamente esta forma de dominio, camuflada bajo la figura de los (falsos) buenos patrones a los que convenía acercarse para merecer su generosidad o cobrar (en especie) el ejercicio de la servidumbre. Se trata de una práctica de las antiguas sociedades feudales de siervos y señores que continúa siendo una de las grandes invariantes culturales de la República Indígena. Sirve para (casi) todo. Explica el caciquismo del XIX, donde se compraban votos a cambio de monedas, y el franquismo. Fue la base de la hegemonía del (difunto) socialismo que creó la autonomía. Y es la piedra sobre la que se alza la Iglesia del Santo Escabeche, cuyo único mandamiento es: “Huye del reformismo como si fuera Il Diavolo”. ¿Puede extrañarle a alguien que el do ut des sea en la Marisma un patrimonio social?
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
Deja una respuesta