En política no se puede ser bueno. Tampoco conviene parecerlo. Hasta en su variante escénica -aquella que no da lo que predica- la bondad se ha convertido en una virtud sobrevalorada. Sobre todo en los tiempos que corren, donde son legión los que usan la maldad ajena para ponerse estupendos y hacerse los santos (sin serlo). En la Marisma, desde luego, siempre ha cotizado a la baja. Por eso no es nada extraño que las primeras decisiones del Ungido por Ferraz, Espadas (Juan), empiecen a tropezar con la realidad: elperonismo rociero no ha muerto; sólo ha mudado de disfraz. La mayoría de sus devotos -empezando por el propio candidato del PSOE a la Junta- cambiaron de bando sin dudarlo para mantener la soldada y continuar en política, confiados en que volver al Quirinale sólo será cuestión de tiempo.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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