En uno de sus arrebatos retóricos, Nietzsche advierte sobre el carácter devastador que tienen las grandes victorias épicas: además de a los adversarios, pueden llevarse por delante a los triunfadores, sus aparentes beneficiados. Es una de las desventajas de estar en primera línea de playa cuando llega una tempestad súbita. Subes muy rápido; bajas más veloz todavía. Cualquiera diría que el presidente de Andalucía intenta, sin leer al filósofo alemán, conjurar su augurio, que no es sino una constante de los libros morales de la literatura clásica, que ante los derroches de poder recomiendan los hábitos de la llaneza, la contención y la prudencia. Moreno Bonilla vive ahora el tránsito entre su mayoría absolutísima –él evita usar este superlativo en favor del adjetivo “suficiente”– y su investidura, fijada para el 21 de julio. El suyo es un acto de recogimiento íntimo después de tres años y medio de convivencia con Cs y Vox, que esta vez se han quedado fuera de la ecuación del Palacio de San Telmo (Quirinale). Más que una etapa mística, el político malagueño nacido en Barcelona practica una cuidadosa puesta en escena que intenta evitar el triunfalismo sin renunciar a la satisfacción.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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