No hay desgracia que no tenga un lado milagroso. La queja de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) denunciando unas supuestas amenazas de los jacobinos de Podemos contra algunos de los periodistas que cubren su actividad pública ha resucitado a un gremio en el que casi todos –si somos sinceros– pensamos que estamos medio muertos, con independencia de si hemos pasado ya por el molesto trance del sepelio (sin honores, por supuesto) o, como dejó escrito Cervantes, caminamos todavía con el pie en el estribo. El acoso a la libertad de prensa es inherente a este hermoso, menguante e incomprendido oficio que consiste, como dejó dicho Manuel Chaves Nogales, en andar y contar lo que pasa. Nada más. Nada menos.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
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