Los políticos indígenas tienen la costumbre de celebrar un acto tan gris como la aprobación de un presupuesto municipal -ingresos y gastos, debería haber más, pero no nos llega- con gritos de alegría y fanfarrias múltiples. Es natural: su poder, que siempre es contingente, aunque ellos lo ignoren, procede de gastar el alpiste de nuestros impuestos en aquellas cosas que consideran necesarias (las menos) junto a otras (las más) que no lo son en absoluto, pero que a ellos les parecen capitales porque de ellas depende su poder orgánico. Su futuro personal. No querrán ustedes, queridos, que se pongan a trabajar a estas alturas, como todos los demás. Estamos ya en marzo, con la rotunda primavera sevillana en camino, y nuestro alcalde, Juan Espadas, el actual, no tiene aún las cuentas sancionadas por el Pleno. ¿Cómo es posible?
La Noria del miércoles en El Mundo.
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