Los conversos son esos individuos que, obviando sus propias decisiones, se ponen al frente de las banderas ajenas como si fueran propias. Es un fenómeno antiguo -su patrón es el apóstol San Pablo- que se ha convertido en una constante histórica, social y política. En la vida, indudablemente, se puede cambiar de opinión. Nadie es preso eterno de sus errores. Cuestión distinta es que muchas conversiones súbitas se produzcan por un afán de ganancia inmediato. Cuando las creencias se convierten en un negocio dejan de serlo para tornarse en intereses.En la política indígena ocurre con frecuencia. Este 28F hemos visto a los herederos de las derechas sociológicas que se opusieron a la Santa Autonomía -con argumentos sólidos- reivindicar un andalucismo de corte (y confección) liberal que, en contra de lo que proclamó en el atrio del Maestranza el Reverendísimo Bonilla, no es nuevo, sino antiquísimo. Todo está inventado. La innovación, de hecho, no es más que la repetición de algo previo en un contexto diferente. Véase el discursito político de la igualdad, mantra durante lustros de los socialistas y, ahora, nueva piedra filosofal del gobierno andaluz con respecto a la batalla territorial.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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