Todos hablamos del destino pero, en el fondo, casi nadie sabe exactamente en qué consiste. Max Aub, el escritor republicano, hijo del exilio de la España incivil, sostenía que era algo así como la “suma de nuestras propias limitaciones”. Y añadía: “En esto, precisamente, reside su acento trágico”. Es una frase sabia: las epopeyas de los clásicos elegían a un héroe sólo para enfrentarlo contra su fatum. De esta lucha –desigual– surgía la épica. La operación para renovar el PSOE en Andalucía carece de tales atributos nobles: más que un poema heroico, se trata de una guerra vulgar en la que, hasta ahora, parecen ser mucho más importantes los nombres de los dirigentes en pugna que el proyecto político. No se trata, por supuesto, un caso único: la política posmoderna, presa de las pulsiones sentimentales, casi siempre binarias, y ante las que no cabe razonar, sino únicamente respaldar o impugnar, se ha instalado en el dogma del relato, que es el nombre que los politólogos han adoptado para referirse a la propaganda. Cabe preguntarse si la creación de un liderazgo virtual es suficiente para imponerse en unas elecciones. La pregunta no tiene una respuesta unívoca. Como suele ocurrir en la vida, depende de las circunstancias. Del contexto.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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