Las bases del PSOE andaluz se han vuelto conservadoras sin dejar de ser fenicias. Esto es: han apostado por un cambio de caballo en el cartel electoral pero sin acompañar esta decisión con un cambio de costumbres. En un partido que ha gobernado durante tres décadas y media la gran autonomía del Sur, influyendo de manera decisiva en el curso de la política nacional desde los tiempos del felipismo y, hasta hace sólo dos años, ejerciendo un importante papel de equilibrio territorial ante el aggiornamento del PSC, excesivamente comprensivo con la cuestión nacionalista dentro de la organización socialista, la victoria de Juan Espadas –que es la de Ferraz– abre una etapa donde los mismos actores encarnarán papeles diferentes. El guión, sin embargo, todavía no pasa del primer acto: el futuro que tendrá la toma de Andalucía por parte del sanchismo es una incógnita en términos electorales, dado que toda la ceremonia en curso se ha limitado exclusivamente a sacar del cuadro a Susana Díaz, que ha sido derrotada con el mismo procedimiento que a Ella le ha permito hacer su carrera política: el arte (sin ensayo) del clientelismo orgánico. El triunfo del aparato el PSOE no es sorprendente pero sí llamativo teniendo en cuenta que es una vuelta a las esencias.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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