Que Espadas, embajador-delegado de Ferraz en la Marisma, es un bienqueda, ya lo sabíamos todos (los sevillanos sin entusiasmo). Que paulatinamente iban a ir descubriéndolo el resto de indígenas, también. Ninguna sorpresa. Únicamente era necesario darles tiempo para que fueran conociéndolo, siempre en el supuesto de que la dirección federal del PSOE prolongase su vana cancillería. Lo que nadie esperaba es que, además de un líder agradecido y dedicado a honrar a quien le designó, aspirase a convertirse en un bizantino. Pues bien: ya lo es. Nos ha quedado muy claro tras oírle decir que su proyecto para los próximos cuatro años –la era de la Absolutísima– es “redirigir” a los socialistas hacia una nueva “centralidad” política. ¿Qué cosa es esta de la “centralidad”? Todavía no lo sabe nadie. Ni él mismo. Puede que se refiera a que la misión (central) de su interinidad –dado que su respaldo orgánico es prestado– sea situarse en el corazón de las fotos cada vez que El Insomne viene a la Marisma. Como los profetas, el Quietista habla en parábolas y de forma críptica: “La centralidad no es lo mismo que el centro”, ha explicado al glosar su hoja (sin ruta).
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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