Las autonomías no se crean ni se destruyen, simplemente se transforman. En Cataluña y el País Vasco existen grupos sociales –los denominados soberanistas– que aspiran a transformar, con métodos a menudo ilegales, el sistema de autogobiernos constitucionales en una pista de despegue hacia la independencia; en Andalucía, en cambio, donde ni existe un problema político de índole territorial, ni tampoco ha tenido nunca excesivo predicamento ninguna modalidad de reivindicación independentista, lo que se votó este pasado domingo fue no sólo el fin a los casi cuarenta años de hegemonía socialista, sino el crepúsculo de un relato conceptual sobre su propia autonomía que se ha venido abajo en paralelo al hundimiento electoral del PSOE, y que puede tener su réplica a medio plazo en otras zonas de España, sin descartar Cataluña.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
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