“Hay un tiempo para la construcción / Un tiempo para habitar y engendrar / Y un tiempo para que el viento arranque el cristal”. T.S. Eliot escribió estos versos para el segundo de sus Four Quartets (1940). Agustín de Hipona, siglos antes, advertía en sus Confesiones: “Para ser tiempo, el presente debe convertirse en pretérito”. Probablemente sea la excesiva cercanía (temporal) la razón de la ceguera de la clase política en Andalucía, ignorante ante el cambio cultural que se produjo en la gran autonomía del Sur hace tres años. El viraje sonó como un crujido en la madera del barco, pero no parecía presagiar un naufragio. Ya no está tan claro. Las elecciones de Castilla y León, leídas como la proyección de lo que va a suceder en Andalucía en cuanto vuelvan a abrirse las urnas, han confirmado que el anclaje electoral de Vox no es un hecho pasajero, sino una espina enquistada y profunda. En Andalucía es donde comenzó a encarnarse: los ultramontanos consiguieron en 2018 casi el 11% de los votos, precipitando el fin de la larga hegemonía socialista. Moreno Bonilla alcanzó la presidencia de la Junta gracias a una triple carambola –hundimiento del PSOE, crecimiento de Cs y aparición de Vox– que ya es imposible de repetir debido a la extinción del partido naranja.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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