Andalucía sigue marcando la pauta de la política nacional. El Sur se ha convertido en esta ocasión en el mejor termómetro para medir las posibilidades de éxito –y también de fracaso– de la obligada cohabitación entre las tres derechas, de cuya convivencia depende tras el 26M el poder en distintas regiones y una veintena de alcaldías. Si en diciembre se puso por primera vez en práctica el experimento del pacto a dos bandas –PP y Cs en el gobierno; Vox como garante de la mayoría parlamentaria conservadora–, la nueva ronda de pactos a la que abocan las últimas elecciones inaugura otra fase, a priori más problemática. Los ultramontanos de Santiago Abascal ya no se conforman con participar en operaciones de cambio político. Quieren entrar en los gobiernos e influir de forma directa en las instituciones. Y lo están demostrando en Andalucía, donde tras votar la investidura de Moreno Bonilla (PP) como presidente de la Junta y permitir que Cs accedieran al poder, han anunciado, para espanto de populares y naranjas, una enmienda a la totalidad a los primeros presupuestos del bipartito andaluz, que sin su apoyo político carece de mayoría suficiente para aprobarlos. Una enmienda presupuestaria singular, pues se presenta como “negociable”.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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