“Existen dos reglas de oro para cualquier orquesta: que todos comiencen y terminen juntos; al público le importa un bledo lo que suceda en el medio”. La frase, atribuida a Thomas Beecham, director británico, refleja la trascendencia pública del cónclave que el PP andaluz celebró el pasado fin de semana en Granada, donde se escenificó –de forma más cruda que nunca– la guerra civil que libra la dirección de Génova con sus crecientes y activos disidentes, donde batallan (por su propio interés, como dicen en los aeropuertos) las tribus de los cayetanistas –haberlos, haylos–, los ayusistas, los feijoistas y, siempre con una gran sonrisa, los morenistas. Tanta unanimidad asombra, aunque ya se sabe lo que decía la publicidad de los discos de Elvis (Presley): “Cincuenta millones de fans no pueden estar equivocados”. La reunión de los conservadores del Sur, que por vez primera en la historia ocupan el Quirinale, fue diseñada por el aparato de San Fernando –la calle de Sevilla donde se encuentra la sede regional del PP– como un atrio para mostrar unidad orgánica e impulsar la segunda navegación de Moreno Bonilla hacia la reválida de San Telmo. Génova tenía planes distintos:
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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