Séneca, el filósofo romano, estoico de carácter y cordobés de nacimiento, dejó escrito que si el fuego es la prueba para medir la calidad del oro, la miseria y sus diversas suertes son el factor que identifica a los hombres fuertes. Andalucía debe estar poblada entonces por un sinfín de forzudos de epopeya, porque históricamente, y al margen de los espejismos que practican los fervorosos y menguantes neoandalucistas, siempre ha sido una tierra con una fortuna ambivalente y caprichosa. Imperfecta. El optimismo depende del sitio exacto donde uno pise. Y en el Mediodía de España, fábulas aparte, perdura una filosofía de la fatalidad cuyo origen es la realidad, en vez del ensueño. Antes del Apocalipsis de la Covid, la gran autonomía del Sur todavía arrastraba, igual que en la Biblia, las plagas y desgracias seculares de siempre, aunque con una epidermis camuflada por el afortunado paso del tiempo.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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