En política conviene saber hacer teatro. Siempre. En todo momento. En cualquier lugar. Del derecho y del revés. La comedia, por supuesto, es toda una gran mentira -a esto se refieren los spindoctors cuando hablan del relato-, pero el simulacro de la vida pública exige que los trampantojos se nos presenten como si fueran deliciosos. Quien paga exige sumisión. Quien cobra es conminado a callar. La semana pasada terminó con el Reverendísimo saliéndose por vez primera del tiesto de la contención, esa flor extraña, al ordenar chitón (so tarabillas) a su Direttore della Comunicazione y a ciertos heraldos. «No me hagan grupos y, por favor, bajen la voz cuando estamos hablando los presidentes», vino a decir. Así. En plural mayestático.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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