Lo diremos, de nuevo, a la manera de los costumbristas: los silencios del alcalde de Sevilla son como las cornetas de las bandas cofrades. Mientras más fuerte resuenan, más distorsionan el sonido, transformándose en una sinfonía de metales imposibles. Ahora que se aproxima el ecuador de su mandato podemos aventurar -sin temor a equivocarnos- que Juan Espadas, el actual, no tiene el problema de sus dos últimos antecesores en el cargo: esa costumbre de decir tonterías pensando que no lo son; a veces incluso con un flatito. Pero, a cambio, detrás de cada una de sus afonías se esconde alguna decisión inconfesable que intenta disimular mediante el procedimiento implícito de no verbalizarlas. No está muy claro qué es peor.
La Noria del miércoles en elmundo.es
Deja una respuesta