La política en Andalucía, que es un termómetro recurrente del estado de ánimo español, está atrapada desde hace tiempo en un bucle melancólico que se asemeja a la íntima pretensión de los antiguos rituales sagrados: detener el curso del tiempo mediante la repetición mecánica, casi obsesiva, de algunos de los momentos más felices del pretérito. Son los clásicos del repertorio sentimental. Por descontado, se trata de un aspiración condenada al fracaso. El calendario de los días no se detiene, pero a muchos de los actores políticos del Sur este ritornello les consuela del deterioro de su fama, al tiempo que los distrae de los quebrantos inmediatos, que van desde la cárcel –es el caso de los condenados por los ERE– al momento postrero que, por una mera cuestión biológica, cada día queda más cerca. “El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. Por eso se nos escapa el presente”, escribió Flaubert. Tal parece ser la invariante de la vida oficial en la gran autonomía meridional.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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