Que la vida va en serio lo aprendimos leyendo -tarde, por supuesto- a Gil de Biedma. Antes sólo lo habíamos atisbado, sin comprenderlo. Los escenarios del extrañamiento eran diversos: una habitación de hospital, un cuarto de hotel, un funeral, el momento de un despido o un viaje sin billete de regreso. La sensación, en cambio, era idéntica: el futuro quedaba fuera de nuestro control. Eso es crecer: andar sin seguridades, sin confiar ni en mitos ni en epopeyas.
La Noria del sábado en El Mundo.
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