EXISTE una diferencia capital entre celebrar algo y celebrarse. No es lo mismo. Una cosa es contar verdades (a medias) y otra mentir, aunque ambas sean formas semejantes de la flor de la falsedad. Los silencios no suenan, pero hablan con una elocuencia más categórica que un muro de sonido. Tras prestarle toda nuestra atención al Reverendísimo Bonilla, que ayer fue a las Cinque Piaghe a contarnos lo eficaces que son los camareros del bar que regenta, nos da la sensación de que alguien (con seso) en Il Quirinale debería haberle advertido que la tentación del optimismo es más peligrosa e irritante (en términos políticos) que el luto del realismo. Lo dice El Quijote: «Llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala». Il Presidentino vino básicamente a contar que en la Marisma nos hemos adelantado a todos los demás -incluso al virus que nos mata, lo cual es un mérito imposible-, que su gestión ha sido excelente, que siempre han dado información transparente y que el éxito -este término nos parece problemático con 1.050 muertos- que supone tener cifras algo menos malas de la pandemia justifica hablar de un milagro andaluz.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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