En dos meses, entre las postrimerías de junio y mediados de este ferragosto infernal, tres de los símbolos que más y mejor identifican a Andalucía han estado a punto de desaparecer. La polémica por la restauración (irregular) de la Macarena, muestra mayor de la religiosidad popular en la España meridional, todavía es objeto de una agria controversia, al margen del quebranto que sufren sus devotos, que ya no encuentran la mirada perdida de la Virgen de la Esperanza de Sevilla salvo en las fotografías antiguas. Esta semana, en simultáneo, estuvieron cerca de ser destruidas la mezquita de Córdoba –que algunos, con una evidente mala intención, insisten en denominar únicamente como catedral– y el yacimiento romano de Itálica, en Santiponce (Sevilla), cuna de los emperadores Adriano y Trajano y urbe fundada por Publio Cornelio Escipión El Africano en el año 206 a. C.
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