Mirar el mundo es el mayor espectáculo que existe. La realidad supera a la ficción, que, si uno se para a pensarlo, no es más que una verdad construida con mentiras. Igual que la autonomía. El engaño gobierna nuestros días y rige la mayor parte de nuestras noches. En estos pagos meridionales adquiere además el rango de la púrpura verde, que es el color del olivo muerto que todos los 28-F colocan de atrezzo en el atrio del Teatro de la Maestranza, justo antes del sermón de Su Peronísima. La primera mentira es la patria, esa fábula con forma de bandera. En la República Indígena su día solemne se ha celebrado este año con desigual suerte: los paniaguados –as usual– disfrutaban a cubierto mientras las mareas –que ya son de todos los colores– salían a la calle para pedir “pan, trabajo y techo”. Igual que sus abuelos.
Las Crónicas Indígenas del domingo en El Mundo.
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