Se atribuye a Clemenceau, jefe del gobierno francés durante la Tercera República, una frase (milagrosa) que describe muy bien el cinismo que suele acompañar al ejercicio de la política: «Un traidor es alguien que dejó su partido para inscribirse en otro. Un convertido es un traidor que lo abandonó para venir al nuestro». No hay como tener fe ciega en uno mismo para alcanzar el punto exacto de delirio. La guerra de sucesión que se avecina en el PSOE indígena, una vez perdida Troya, tiene como preámbulo un apasionante juego entre traditori en el que absolutamente todos los actores -unos, conocidos; otros, embozados- se ven a sí mismos mejor de lo que revelan sus actos, quizás porque la única forma de no sentirse desleal en la intimidad, siéndolo, consiste en acusar a los demás de este mismo pecado.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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