Lo explica Francisco Rico en sus Anales cervantinos (Arpa), una gavilla de divertimentos irónicos sobre las periferias del IV Centenario de El Quijote, donde el maestro de filólogos atribuye a Napoleón este hallazgo: “Si se quiere resolver un problema, hay que nombrar a un responsable; si lo que se pretende es eternizarlo, una comisión”. Traducido a la indígena: “En España crear una comisión supone impedir que la solución de cualquier problema comience a ponerse en marcha”. Con semejante advertencia parece natural, y diríamos que incluso sano, mostrar un prudente escepticismo ante la espiral de pactos políticos contra el coronavirus, bien sea en su formulación estatal –los segundos acuerdos de la Moncloa, jibarizados después bajo la forma de una comisión parlamentaria– o en su inminente deriva autonómica. Los antecedentes no inducen a la confianza aunque algunos quieran revestir de grandeur el hecho (peregrino) de discutir de forma colegiada cómo sobrellevar –porque salir de ellos es imposible– los quebrantos de la crisis múltiple por la que pasa España.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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