Uno de los rasgos que identifican a las sociedades culturalmente primitivas es que entienden el paso del tiempo como un problema. Su reacción ante esta amenaza es tratar de encauzarla mediante la codificación de rituales sociales que, gracias a una repetición infinita, casi obsesiva, asienten la creencia de que vivimos dentro de un único círculo temporal, donde el fin de las cosas es también su principio. Y viceversa. La clase política de la Marisma reproduce, probablemente sin saberlo, por simple emulación, este mismo patrón: todas sus propuestas remiten al pretérito, nos conducen al pasado y, al cabo, impiden cualquier tipo de reforma a fondo que salve a la República Indígena de sus propios monstruos. El pasado, no obstante, no es idéntico para todos. Cada uno tiene el suyo.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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