Los monarcas, antes de ceñirse la corona, ejercen como infantes. Detrás de cada rey, sobre todo si practica el absolutismo, no hay más que un niño cruel que desea imponer a los demás sus caprichos marciales. El debate de esta semana sobre el estado de la comunidad meridional, que versaba sobre la salud (maltrecha) de nuestra República Indígena, desveló que la Querida Presidenta sigue guardando en su interior el alma de una niña. Lo decimos con cariño y honda devoción, sin ánimo de ofender, no como en su día hizo (para su desgracia) el cura Chamizo. Lo aclaramos ante los malpensados.
La Andalucía desesperada
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
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