CONSUMADA definitivamente la investidura de Sánchez I, el Insomne, gracias a los elocuentes apoyos de los nacionalistas, que aspiran a modificar en su beneficio el imperfecto mapa territorial construido al amparo de la Constitución, surge (como una saeta) una pregunta: ¿Cómo va a afectar la nueva situación política a la Marisma? Nadie la contesta, por supuesto, lo que induce a esperar lo peor: la ausencia de respuesta ya es una respuesta. Los hechos no auguran nada bueno. La voz de Andalucía ha estado elocuentemente ausente del debate, limitándose a una proclama (ridícula) en boca de Rufián, el portavoz de ERC, que repitió desde la tribuna del Congreso el grito de 1919, cuando de los jornaleros cordobeses reclamaban la reforma agraria y seguían -ilusos de emulación- el patrón de las burguesías del Norte, confundiendo la justicia social con el autogobierno. El segundo lo tenemos desde hace cuatro décadas. La primera sigue siendo una utopía. He aquí la gran paradoja: las autonomías no implican necesariamente prosperidad, sino que enquistan las desigualdades territoriales.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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