Andalucía es un territorio fértil para las anomalías políticas. La hegemonía del PSOE, tras casi cuatro décadas de poder absoluto, marcó la vida pública en el Sur desde los años ochenta hasta el pasado diciembre. El triunfo posterior de las derechas (desunidas) inauguró a finales de 2018 una nueva etapa que, vistos los resultados del 28A, ya es seguro que no tendrá continuidad en el ámbito nacional. El tripartito andaluz –un bloque parlamentario con tres patas y un gobierno a dos bandas– queda así convertido en la nueva singularidad meridional, cuya política parece estar guiada por la excepcionalidad súbita. La foto de las generales en Andalucía es digna de estudio. Aunque no lo parezca, está llena de trampas. Nada es como aparenta. Los resultados dicen que los socialistas han ganado los comicios. Es cierto: 24 de los 61 escaños en disputa han sido para el PSOE. Estos diputados electos dan a Pedro Sánchez un triunfo –sin mayoría– holgado y superior al registro que hace unos meses logró Susana Díaz antes de perder la Junta. Y, sin embargo, la victoria del PSOE suena igual que los clarines del tercio de la muerte para el actual aparato regional socialista. En los próximos días van a ver ustedes a Susana Díaz entonar el canto del ave fénix con el argumento (interesado) de que Andalucía ha devuelto su confianza a los socialistas. No es una lectura exacta: quienes ha sacado 500.000 votos de diferencia a la jefa del PSOE indígena (en relación al 2D) son los candidatos de las listas que, con la oposición de la expresidenta (marchita), impuso a la fuerza el secretario general antes de la campaña.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
Deja una respuesta