El autodenominado gobierno del cambio -que ya veremos si es milagro o escabeche, como decía la coplilla satírica de don Luis de Góngora (y Argote)- camina en cámara lenta sobre las mullidas alfombras del poder. Va despacio, muy despacio. E intenta mantener ciertos equilibrios que hacen que ya se le vea el cartón. El Reverendísimo Bonilla, nuevo presidente carambola de la Marisma, ha recibido en San Telmo a los pesebristas institucionales, visita hospitales y promete que los mayores van a ser su prioridad, aunque no ha aclarado (todavía) los motivos por los que en la Junta no existe nadie que controle el desfalco que cometen muchas residencias concertadas con las pensiones de los abuelos gracias al generoso silencio administrativo autonómico. Desde luego, no será por falta de funcionarios. Los asuntos sociales son unos de los agujeros negros de la autonomía, que disimula (con falsa caridad) un sistema de apropiación de rentas más perverso que el impuesto de las herencias.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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