El otoño es la estación del año que se asocia al crepúsculo. Metafóricamente, según la cultura occidental, encarna ese inevitable periodo de decadencia con el que terminan todas las existencias, incluidas las de los grandes hombres públicos y también la de los privados, que, al menos en España, históricamente vienen a ser casi lo mismo, pues la distinción entre el espacio íntimo y el político nunca ha sido una virtud ibérica. Este otoño, que oficialmente comenzó en los postreros días de septiembre, está previsto que la Audiencia de Sevilla dicte por fin la sentencia de la pieza política de los ERE, que ha sentado en el banquillo a dos expresidentes de Andalucía –Chaves y Griñán– y a buena parte de la aristocracia del socialismo meridional, seis exconsejeros y trece altos cargos. La generación que gobernó Andalucía durante decenios y que tuvo en sus manos todo el poder posible en una autonomía de sesgo presidencialista que funcionaba como una corte absolutista del Antiguo Régimen.
La ‘bomba racimo’ de los ERE
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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