La conquista del poder, más que una carrera de fondo, es una persecución sin término. Eterna. “Mientras quede algo por hacer, no habré hecho nada”, decía Julio César. Subir una montaña es insuficiente si no se domina toda la cordillera. Si el destino de un buen escritor no es el éxito –esa cumbre pasajera– sino el siguiente párrafo, el anhelo de un político, sobre todo si ocupa un puesto de mando, es garantizarse la permanencia. Dicho a la manera (clásica) de los míticos Argonautas: “Gobernar no es importante, lo vital es ganar las próximas elecciones”. Cicerón, el mayor orador de Roma, sostenía que la victoria, por naturaleza, es arrogante e insolente. Además es insaciable, igual que una llama que nunca se consume por completo. Para Juan Manuel Moreno Bonilla (PP) los comicios locales de mayo de 2023 encarnan esta aspiración: el poder total y absoluto. Se diría que ya lo tiene tras las elecciones autonómicas del 19J, en las que consiguió una mayoría histórica para la derecha meridional. Sin depender ni de los pactos ni estar pendiente más de la geometría (asimétrica) de las alianzas. Un triunfo, sin embargo, no equivale siempre a una victoria, aunque pueda ser su preludio.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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