Las campañas electorales hacen milagros. Consiguen que los ciegos vean y los cojos anden. Incluso toleran que algunos descubran el Mediterráneo, que es como decir (ahora) que el peronismo rociero se ha sostenido casi cuatro décadas gracias a una tupida red clientelar donde la ideología nunca fue un problema -más bien resultaba un estorbo- y todos los días sucedía el milagro de la concordia del presupuesto. Esto es: se beneficiaban del dinero público tanto las estirpes de derechas como las famiglias de las (supuestas) izquierdas. El cambio en la Marisma, entre otras cosas, consistiría en poner fin a este ecumenismo del interés que hace que fantoches que presumen de liberales pongan la mano -y alguna otra cosa más- mientras los representantes de la clase trabajadora ganan, gracias a las maravillas de la intermediación, tanto dinero como «para asar una vaca», como dijo Juan Lanzas, ese poeta del Jaén más hondo, muñidor del sistema de despidos subvencionados que fueron los ERE, cuya sentencia confiamos en que no se retrase más allá de octubre, como prometió Lorenzo del Río, el presidente del TSJA, que primero anunció esta fecha y ahora dice que será «lo antes posible».
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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